Un gran logo tras una buena historia - Nike

El archiconocido símbolo de Nike cumple cuarenta años. Cuatro décadas no parecen mucho, pero en realidad casi podrían equipararse a siglos si tomamos en cuenta el impacto que ha tenido la marca en la cultura moderna. Y en nuestros hábitos de consumo.


Por Jennifer Llanos
Esta historia se puede contar desde varios ángulos. Como el triunfo de un puñado de locos por el deporte (más una mujer). Como la suma de una serie de circunstancias afortunadas. Como otro caso de éxito. Cómo una fábula sobre la importancia de hacer lo indicado en el momento indicado. O, vaya que sí, como un recuerdo personal, pero multiplicado N veces: el de cada usuario, de cada comprador, de usted, de nosotros, de ellos.

Empecemos entonces, como manda la lógica, por lo más sencillo. ¿Recuerda usted cuándo se calzó por primera vez un par de zapatillas Nike? Antes de que la nostalgia le juegue una mala pasada, tenga en cuenta que, aunque más de un muchachón esté convencido de haber hecho sus primeros pases de pelota con una Nike, la marca tal y como la conocemos apenas acaba de cumplir cuarenta años.

Si estamos tan seguros de este dato es, justamente, porque antes de 1971 Nike no se llamaba Nike sino Blue Ribbon Sports, o algo irrecordable por el estilo. Y el logo... ¡qué logo!, no había ningún logo porque justamente este cuadragésimo aniversario coincide con el día en que vio la luz el que iba a convertirse en uno de los logos más exitosos y memorables de la historia, no solo del calzado deportivo sino del diseño en general. En realidad, pues, esta historia, la historia de Nike, comienza, y casi podríamos asegurar que terminará, con su archihiperultrafamoso “Swoosh”, que en un español bastante aproximativo traduciremos como “tajo”.

Quién es esa chica
Sin embargo, y disculparán ustedes el cliché, aquella primaveral mañana de 1971 en que la inexperta diseñadora Carolyn Davidson se dirigía con pasos dubitativos hacia la oficina de su jefe llevando una decena de bocetos bajo el brazo, nada hacía presagiar que, en realidad, estaba dando un gran salto hacia la posteridad. De hecho, el propio jefe recién se dio por enterado hasta buen tiempo después: “No me convence pero qué le vamos a hacer, ya me acostumbraré”, fue lo único que le dijo luego de descartar varias propuestas y quedarse con la que, a su parecer, era la menos fea.

Cualquiera que esté tentado de acusar al jefe, es decir a Phil Knight (Oregón, 1938), de haber cometido una flagrante miopía histórica, debería primero morderse los labios. Bien dice el dicho que después de la batalla todos somos estrategas. Lo cierto es que en aquel momento, junio de 1971, a Knight solo le interesaba cumplir con otro de los agobiantes plazos que lo perseguían desde que se le metió en la cabeza la nada aconsejable idea de hacer realidad su sueño.

Just Do It
Se podría decir que todo empezó en la Universidad de Oregón. Al menos, no cabe la menor duda de que fue ahí, mientras seguía a regañadientes la carrera de Contabilidad, que Phil Knight descubrió que su carrera era otra. En realidad, no era una carrera, sino las carreras. El atletismo, en todas sus manifestaciones, aunque no fuera precisamente como corredor.
Fue también en las gloriosas pistas de atletismo de su alma máter que Knight conoció a Bill Bowerman, toda una leyenda del deporte en la región, veterano condecorado de la Segunda Guerra Mundial y entrenador de los futuros valores del velocismo. Incluso fue quizá de boca del soñador Bowerman que Knight escuchó las primeras quejas —y alternativas de solución— sobre el calzado deportivo disponible en la época. Al fin y al cabo, todavía faltaba más de una década para que el boom de la cultura fitness convirtiera al deporte en esa regla de higiene de vida en que se ha convertido en la actualidad.

En todo caso, la idea de ganarse la vida combinando sus aptitudes de comerciante con su amor por la transpiración nunca más abandonaría la testaruda cabezota de Knight. De hecho, lo acompañó como perro fiel durante el semestre que pasó en la Universidad de Stanford, siguiendo una maestría en Administración, la misma que aprobó con un proyecto de importación y distribución de zapatillas japonesas. El concepto era sencillo, y quizá por eso su nota tampoco fue exorbitante: aprovechar los bajos costos de producción en tierras niponas para incrementar los márgenes de ganancia comercializando un producto que —Knight podía dar fe— tenía más demanda de la sospechada.
Aunque nadie supo reconocérselo en ese momento, el hombre había encontrado su nicho.

Corre, Bill, corre
Mientras Phil maduraba su sueño, Bill Bowerman, su entrenador, ¿recuerdan?, tampoco había perdido tiempo. De hecho, había creado el jogging. Bueno, en realidad, había acuñado el término que en adelante identificaría en casi todos los idiomas al inexplicable hábito de correr sin destino fijo con la convicción de estar haciendo algo altamente plausible.
Pero retomemos. Habíamos dejado a Bowerman entrenando a sus chicos y dándole vueltas a la zapatilla ideal. De haber vivido en esta época de reality-shows, alguien le hubiera propuesto seguramente conducir un programa que hubiera podido llamarse “Enchúlame la taba” o algo así. Pero en su apacible hogar de Eugene, sus experimentos solo despertaban interés entre sus alumnos, y no pocos altercados con su mujer. No era para menos. ¿Cómo reaccionaría usted si su marido le arruina la wafflera último modelo llenándola de caucho para “diseñar una suela con los mismos bultos que un waffle, para mejorar la tracción”?

Felizmente, don Bill no solo pensaba en zapatillas, también solía pensar, y mucho, en deportes. Ahí está, por ejemplo, ese dichoso viaje a Nueva Zelanda para unas competencias entre alumnos. Cuando vio a los neozelandeses tan contentos con esa moda de caminar rápido, casi corriendo, o ya corriendo si les daba el entusiasmo, solo por el placer de hacer ejercicio y quemar calorías, le quedó clarísimo que eso, igualito, tenía que hacerse en su tierra. Y creó el nombre del pasatiempo que es por muchos considerado como la primera piedra de la cultura saludable. Y fundó el primer grupo de joggers (que incluso aceptaba mujeres: hay que imaginarse a las pobres con sus falda-pantalones y sus pantuflas de casa porque hasta ese momento no había zapatillas para damas). Y escribió un libro y, faltaba más, siguió lamentando que los fabricantes de calzado deportivo pasaran tanto tiempo en sus escritorios y tan poco gastando suelas.

La horma de su zapato
Apenas lo hemos descuidado unas líneas y Knight ya está en Japón, dizque aprovechando un tour alrededor del mundo, a punto de ser recibido por el representante de un importante productor de zapatillas. Ha sacado cita de puro curioso, dice; para no quedarse con la espina de no haberlo intentado. En el último minuto, se inventa un cargo —¿gerente? ¿administrador?—, una compañía —Blue Ribbon Sports— y una misión: tantear el mercado japonés con miras a comprarles zapatillas y distribuirlas en Estados Unidos.
Sea lo que fuera que Knight dijera o dejara de decir en aquella reunión, lo cierto es que regresó a casa con su primer pedido, lo metió como pudo en la maletera de su Plymouth Valiant verde y corrió, cuándo no, a pedirle consejo a mister Bowerman.
Knight sabía que lo encontraría donde siempre, con la misma voluntad de ayudar y el invariable ímpetu de hacer algo por el deporte de una buena vez. En cambio, lo que seguramente Knight no sospechaba era que su coach se convertiría casi de inmediato en su socio y principal promotor con la casi condición —comisiones aparte— de quedarse con algunos pares para hacer sus tests en casa, porque, la verdad, estaban muy bien las zapatillas, pero todavía no eran lo que él estaba buscando.

Give Me a Logo
Bowerman tenía un público cautivo: sus consejos eran palabra divina para sus pupilos, así que en menos de un año la dupla ya había vendido 8.000 dólares —buena plata para entonces— en zapatillas y se aprestaba a recibir otro embarque.
Demasiado lote para dos soñadores, por más ambiciosos que fueran. Y fue así que en el tercer carril de esta maratón hacia el éxito se ubicó el ex velocista —faltaba más—, flamante antropólogo y trabajador social Jeff Johnson, un conocido de Knight de sus épocas en Stanford. Si bien Johnson fue el primer empleado de BRS, lo más justo sería decir que, en verdad, fue, y será por siempre, el empleado número uno.

Desde su incorporación en 1965, Johnson hizo de todo: folletería, fotos de publicidad, márketing, concibió el sistema de venta por correo, implementó la primera tienda de la empresa y administró los pedidos. Además, vendía, y vaya que vendía. De hecho, fue gracias a sus largas conversaciones con entrenadores, deportistas, profesores de educación física y cualquiera que pudiera hacerle un pedido, que el empleado estrella logró identificar el producto estrella de la aún reducida gama que ofrecían por entonces: una zapatilla que, pese las protuberancias de su suela, era mucho más ligera que las demás. La esposa de Bowerman debe haber apreciado la noticia.
El caso es que Jeff tomó las riendas de la emancipación de BRS de los socios japoneses, exigió un nombre decente y un logo que le permitiera identificarse en sus incontables visitas. No solo eso: cuenta la historia que en la víspera del lanzamiento oficial, Johnson soñó que la diosa griega de la victoria los llevaba a él y a sus socios en sus doradas alas hacia un triunfo planetario. Y fue así, sigue la historia, que Blue Ribbon Sports pasó a llamarse Nike (pronunciar “naiki” por favor), en honor a la homérica deidad.

Y bien, con el nuevo nombre definido, ya solo faltaba el bendito logo. Knight había conocido a esta chica Carolyn en un curso de Contabilidad, y le pagaba 2 dólares la hora para que le armara cuadros estadísticos, esquemas y algunos gráficos que se hacían cada vez más indispensables dada la magnitud del negocio. Con la presión encima, le pidió que le hiciera un logo para una zapatilla, le contó lo de la divinidad con alas, le dijo que debía adaptarse al modelo del zapato... y nada más. Davidson cobró 35 dólares por su chamba. ¿Y Knight? Pues nada, parece que terminó por agarrarle gusto a la figurita de marras.


Fuente: http://www.poder360.com/article_detail.php?id_article=6067

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